CRÓNICA HELLFEST 2024
- kiosco-musicall
- 10 jul 2024
- 14 Min. de lectura
Por un nuevo año, las bandas más punteras de la escena más amante de los decibelios se volvía a congregar muy cerquita de las orillas del río Sévre en el pequeño pero encantador pueblo de Clisson, en los alrededores de Nantes, y desde ya, una visita obligatoria para todos los asistentes al festival en próximas ediciones gracias a su espectacular fortaleza medieval y su preciosa iglesia salida de un escenario de Juego de Tronos, así como a sus gentes; dibujando una sonrisilla cómplice cada vez que se cruzaban con algún visitante festivalero. No todo va a ser vaciar litros de Kronenbourg y pegar botes como un poseso hasta provocar unas agujetas en el cuello que ni el mejor fisioterapeuta sería capaz de aliviar. O al menos no, de momento.

Todavía es miércoles y pese a que el festival propiamente dicho no ha dado aún su pistoletazo de salida, ya somos muchos los fieles que esperamos pacientes la apertura del camping para establecer el campo base, bajo un sol abrasador. Tras la apertura del vallado, nos lanzamos como una manada ñúes desbocada y plantamos las tiendas en lo que de aquí en adelante será cuartel de operaciones, refugio de bebidas deshidratantes y meeting point de trasnochados.
Es el día menos uno de festival, pero también el momento perfecto para ir calentando el fuego de las amistades con los vecinos y humedecer el gaznate con las primeras cervezas, que todavía no han tenido tiempo de enfriarse, y es que un Hellfest hay que pillarlo con ganas se mire por donde se mire.
Arranca el primer día de festival oficial y tras unas horas de tanteo mañanero, como buenos samaritanos que somos en esta santa casa, a las 16h en punto llegamos a zona de prensa para preparar cámaras y demás dispositivos dejándolos bien cargados y a punto, para lo que se viene.
El primer cañonazo corrió a cuenta de los daneses Asinhell que prendieron la mecha disparando a su paso una salva de estridentes riffs death metaleros donde destacó Fall of the Loyal Warrior. Una apertura de festival muy meritoria que dio paso a Bleed From Within y su ondanada de Metalcore desde Escocia en la que fue especialmente coreada su The End Of All We Know, con la que más de uno casi acaba con collarín, y es que el conjunto de Glasgow es una auténtica apisonadora cuando se sube a la tarima.
Con este magnifico comienzo llegamos al primero de todos los momentos legendarios que nos dejaría esta edición del festival francés y particularmente especial ya que Slaughter to Prevail, a pesar de ser una banda nada desdeñable, no figuraba en las apuestas de momentazos junto con los grandes cabezas de cartel del festival. Hubo sorpresa y de magnitudes colosales con los de Alex Terrible quienes a su ya imponente setlist compuesto de himnos como Viking, Demolisher o Bonebreaker demostraron ir en serio, sobre todo con este último concepto cuando interrumpieron el show para organizar, atención a lo que se viene… el Wall of Dead más grande del mundo. Diez minutos en los que el señor Terrible se dedicó a comandar a un masivo respetable, llegando incluso a bajar a la pista y ordenar, como haría un auténtico berserker a todos los asistentes para tamaño acontecimiento. ¿Qué más de diez minutos de show se pausan para organizar una performance es mucho? Sí. ¿Qué mereció la pena? Por supuesto. Recomiendo a todo el mundo que haga una búsqueda para visualizar el espectáculo porque la panóramica del mismo desde el aire es sencillamente, espectacular.
Un recuerdo imborrable que quedará por siempre con los que estábamos presentes viviendo uno de los momentos más épicos y voluntariamente cercanos a la muerte de nuestra puñetera vida. Al señor Alex Terrible le digo “Bravo”.
Tras un show que ya es historia del festival francés, saltó a la palestra Kerry King.
Una leyenda viva en las artes del metal, y aún más si se hace acompañar de un supergrupo en el cual, ningún integrante desmerece al de Slayer. Con “Raining Blood” el respetable comenzó a salivar para dar por finiquitado el banquete con “From the Hell I Rise”. Una estrella que aún tiene mucho que decir y con varios proyectos entre manos. Larga vida a todos ellos.
Y si veníamos de acumular momentos épicos, memorables y felices, la nota discordante la aportó Babymetal, con una propuesta a medio camino entre Eurovisión y el video de Tik Tok que ha subido tu sobrina. El desempeño, la profesionalidad y ejecución artística, son innegables pero, y es un pero bastante grande, la propuesta parece vacía de contenido, prefabricada y artificial. Y es una pena que también en esto un festival tan auténtico como este acabe zambulléndose aunque sea un poquito. Quizá uno ya está un poco ajado para los tiempos que corren, pero me niego a pensar que no hay nada mejor que ofrecer cuando los ejemplos saltan a la vista. El público bailó y disfrutó, sí. Pero también yo disfruto cuando mi hermana pequeña sube un video chorra en redes sociales y no por ello la llevo a uno de los festivales referencia a nivel mundial. No sé si me explico…
Tras esta revindicación de abuelo cebolleta pasamos a Megadeth que nunca tienen desperdicio. “Symphony of Destruction” e incluso “Peace Sells” o “Holy Wars…Punishment Due” recogieron el guante y lo transformaron de nuevo en algo bien real, encarrilando de nuevo la noche. Un capotazo que desde aquí agradecemos de corazón a los de Dave Mustaine.
A continuación, dejamos por vez primera el Mainstage para marchar al extremo opuesto del festival, y tras un corto paseo, nos encontramos con el escenario Valley donde Graveyard regalaban ya algunos de sus envolventes acordes. Los suecos son una auténtica delicia y la oportunidad de verlos en directo, irrechazable. Con su “Hisingen Blues” pasando por “Cold Love” o “The Siren” regalaron una experiencia exquisita, llena de psicodelia sureña eléctrica, a todos los fieles que allí nos encontrábamos, y no éramos pocos.
Como colofón final a esta primera noche, dos figuras ya clásicas de la escena, y muy diferentes entre sí. Por un lado Avenged Sevenfold desde california con ese Heavy atmosférico donde no faltaron “Nightmare” o “A Little Piece of Heaven” en un show de manual. El contrapunto y broche de esta primera jornada lo pusieron Dropkick Murphys convirtiendo el Mainstage del festival en un gigante pub irlandés en el que tan solo faltaban los taburetes y los palos de billar volando por los aires. Los de Boston nunca decepcionan y protagonizaron un cierre notable con sus ya míticas “Rose Tattoo” o “Shipping Up To Boston”. Con el estruendo de las gaitas irlandesas finalizamos una primera jornada de gran nivel.

Y tras un breve reposo, el segundo día de festival esperaba con las pilas muy cargadas. Abriendo la mañana con bandas como Ankor, Lovebites o Wargasm. Aunque el plato fuerte llegaría ya entrados en el medio día con While She Sleeps. Un bolo duro, hardcore y muy entretenido donde los de Lawrence Taylor se dejaron el pellejo acompañados de un público totalmente entregado a los hits de la banda como “AntiSocial” o “Systematic” y no quedó ahí la cosa, porque con fuerza sobrehumana fueron seguidos de los Angelinos, Fear Factory. Hardcore puro y duro, de esos que hacen botar al incluso al más inusitado y dieron buena muestra de ello con “Disrupter” y en un final brutal con “Zero Gravity”, en un medio día que acumulaba decibelios por todos sus costados.
Tras un pequeño descanso, volvimos, al igual que la jornada anterior al Valley Stage para el show de Planet Of Zeus y es que en esta casa es absoluta devoción lo que se tiene por los atenienses. Y no debemos ser los únicos porque un abarrotado público comenzó a botar desde los primeros compases de “Macho Libre”. Un chupinazo de salida, que ya anunciaba los derroteros por los que correría el resto de la siguiente hora. Al ritmo de “Them Nights” o “Vigilante” mantuvieron entregado quienquiera allí se congregase sin conceder un segundo de calma.
A partir de este instante la fiesta quedaba oficialmente inaugurada, y es que solo hay una banda que se podría considerar oficialmente animadora del Hellfest y no es otra que Steel Panther. Los excéntricos californianos tienen sus admiradores y detractores, y un servidor estará siempre con los primeros. Son tontos, son divertidos y unos virtuosos cuando de liarla parda se trata. ¿Se puede pedir algo más? Entre chascarrillo y chascarrillo corrieron los temazos “Eyes of a Panther” o “Asian Hooka”y montaron una performance del copón con unas cinco decenas de chicas del público en el escenario. Simplemente inolvidable.
Exhaustos tras tal extásis festivo, llegamos al comienzo de la noche y con ella, Tom Morello. Con una trayectoria a las espaldas como la suya, poco hay que no sepamos ya de lo que es capaz y obviamente sobra nombrar la solvencia del mismo, siendo quizá lo mas destacable la fluidez y buena conexión con el público en una sucesión de auténticos bangers como “Killing In The Name Of” o “Like a Stone”. La conexión fue completa y el respetable supo estar a la altura.
Nos merecíamos un respiro tras tanta efusividad festiva y, sin desmerecer a los franceses, llegó con Shaka Ponk. Banda local, que sonó estupendamente en un show muy correcto, pero que quizá en un viernes de Hellfest se quedaba un poquito corta, sobre todo por la cantidad de adeptos que puede llegar a mover. Hasta una versión nada desdeñable del “Smells Like Teen Spirit” se marcaron, con la mejor de las intenciones. Sin llegar al nivel que se le presupone a un dia fuerte del festival vecino.
No obstante, el bajón iba a durar poco, porque quien sí vino con los tambores de guerra enardecidos fueron Machine Head. Los de Oakland fueron un top absoluto, si no lo mejor de esta edición. Una compenetración absoluta, un ritmo imparable y Phil Demmel completamente desatado, hicieron las delicias de un público propulsado hacia los albores atmosféricos franceses con cada descarga del conjunto estadounidense. De cabo a rabo, de “Imperium” a “Halo”, un show de sobresaliente y que, para regodeo nuestro, está íntegro colgado en Youtube. Si aún no lo has visto, ya estás tardando.
Y para un día lleno de ánimos festivos, qué mejor cierre que The Prodigy. Los británicos puede que no encajasen en las quinielas de todos los asistentes, pero en mitad de una fiesta como esta, personalmente me pareció una elección idónea. Habiendo movido ya los cuellos con Machine Head, por qué no mover un poco también el culo, debieron pensar en la organización. “Firestarter”, “Smack My Bitch Up” y demás clásicos que ya forman parte de la cultura popular de sucedieron en un centelleante destello de luz y color. Un colofón acertado para una jornada disfrutona y hardacore a partes iguales.
Rebasado ya el ecuador festivalero, entrabamos en el sábado con riffs y guitarreos sureños acompañados de la atmósfera country siempre presente en Black Stone Cherry. Un show de lo más destacable con la desenfrenada guitarra de Ben Wells repartiendo estopa a diestro y siniestro. Un comienzo atronador para el segundo de los días grandes del festival.
Seguidamente, una de las bandas revelación sin lugar a dudas de esta edición. Los belgas Brutus hallaron la consagración en un abarrotado escenario Valley. Un alegrón para la banda y una decepción para los fans ya que la capacidad del escenario, reservado para bolos de entidad de menor envergadura quedó excesivamente pequeño para acoger a todos los fieles deseosos de escuchar “War”, “Brave” o “Sugar Dragon”. Toda una lástima que empañó la recepción del show igual que las lágrimas empañaron los cristalinos ojos de Steffanie Mannaerts, consciente de que la banda está en un escalón muy diferente al de hace unos años, cuando tocaron por primera vez en el festival.
Ante la masificación del escenario Valley, tuvimos que elegir Extreme sobre Kvelertak. Sin que esto sirva para decir que el mainstage no adolecía de una masificación similar. Un problema latente en Hellfest en los últimos años (Y en la gran mayoría de festivales de gran acogida) y que parece que nadie se preocupa de atajar. Money rules!
Los míticos acordes de “More Than Words” resonaron más altos que nunca en el cielo Clissonés en un momento mágico con miles de asistentes cantando al unísono. Los de Gary Cherone dejaron muy buen sabor de boca con su Funky Heavy donde también fueron coreadas a una sola voz “It” o “Play With Me” con un pequeño homenaje a Queen en forma de coros al inicio.
Y tras este Boogie Rockero, salieron a relucir las cadenas y los motores con la aparición, como el rugido de un felino metálico, de Accept. Incluso la meteorología quiso unirse a la fiesta, lanzando gotas de lluvia sobre los asistentes dando un cariz épico a todo el asunto. Y oigan, qué gozada. Con el gran Mark Tornillo al frente y ataviados con todo el cuero sobre la faz de la tierra los de Solingen hicieron moverse a todos los presentes y a decir verdad, lo justo sería que regalasen collarines a los asistentes después de un show de tan alto decibeliaje. “Balls To The Wall”, “Metal Heart” y demás bombazos cayeron y empaparon a los presentes igual que la lluvia que caía sin piedad sobre cada uno de los metalheads que allí embarraban las suelas de sus zapatos en absoluto éxtasis.
Como continuación en esta lluviosa tarde veraniega, los locales Mass Hysteria tomaron el relevo a golpe de “Mass Veritas” en un preludio que sería solamente el aperitivo a un extenso repaso por los más de treinta años de carrera del combo francés. A causa de la lluvia, no fue quizá el más numeroso de los shows de la tarde, pero si congregaron suficientes fieles que corearon a voz en grito los himnos clásicos desde “L’Enfer Des Dieux” hasta “Plus Que Du Metal” en un gran esfuerzo por parte de las leyendas locales, que no hicieron sino provocar las primeras salivaciones excesivas antes de dejar paso a otra de las leyendas que completarían el triunvirato legendario en este sábado de tormenta.
Bruce Dickinson, a golpe de riffs y un francés perfectamente pronunciado cayó como un verdadero trueno en un Mainstage un tanto desértico para una deidad de la categoría del líder de los Maiden. Con “Accident of Birth” dio a luz el británico a su repertorio en solitario, y así durante una hora donde los menos, se iban uniendo a la propuesta y los más, iban situándose estratégicamente para el bolo de Metallica que seguiría a un Bruce Dickinson en plena forma. Admirable y lleno de solvencia, el esfuerzo de los de Dickinson por amenizar una fiesta un tanto pasada por agua en la que destacaron “Resurrection Man” y como salva de despedida “The Dark Side Of Aquarius”
Y de una leyenda, posamos directamente al team más legendario de la historia reciente del rock, siempre activos, siempre excelentes, siempre los mejores. Metallica ponía pies en polvorosa en un mainstage, esta vez sí, abarrotado hasta los topes, justo cuando la lluvia daba un pequeño respiro y a son de “From Whom The Bells Tolls” para hacer las delicias de todos los presentes. La voz rasgada de Hetfield, los riffs perfectamente ejecutados de Hammet y los latigazos de bajo de Trujillo en la pasarela desplegable que una vez más Hellfest había dispuesto para mayor refulgir del buen hacer por parte de los angelinos, facilitó que la comunión fuese total.
“Nothing Else Matters”, “Seek And Destroy”, “One”…y así hasta culminar con “Master of Puppets” en un directo sin fisuras para finiquitar una aparición más en el festival vecino, coronando a unos reyes del género que a estas alturas no necesitan más coronas para adornar sus ya relucientes cabelleras.
Y en esta noche plagada de protagonistas legendarios, no podía faltar el broche a cargo de Saxon. Los de Barnsley no decepcionaron y en un directo cargado de épica pusieron punto y final a una jornada memorable. Al igual que había sucedido previamente con Accept, la vieja escuela demostró que aunque los años pasen, no pesan y la forma, no abandona a los colosos del olimpo del rock. “Motorcycle Man” , “The Eagle Has Landed” y “Crusader” como postre en un magnífico bis, dejaron un final para el recuerdo ante un público absolutamente satisfecho.
Siempre da un poquito de nostalgia verse en la última jornada de un festival como Hellfest, pero en este caso, ni siquiera tiempo de ello tuvimos por la irrupción en el escenario principal de Simple Plan. Los canadienses se marcaron un bolo divertido en el que contagiaron a los presentes de un buen rollo magnífico para comenzar el día. Desde los clásicos como “Welcome To My Life” hasta el tema principal de Scooby Doo, lanzando al aire pelotas de playa gigantes, convirtieron el recinto principal en una pool party adolescente desde el principio hasta el final.
Y con esta inercia siguieron Blues Pills. Elin Larsson comandó a los suyos en una temprana tarde calurosa a golpe de vozarrón y ritmos blues en torrentes que manaban sin descanso y que no dejaban un solo momento para el respiro de los asistentes.
Ahora, lo verdaderamente espectacular llegó con Royal Blood. Una banda ya conocida pero que desplegó una cantidad de talento y buen hacer inconmensurable, dejando boquiabierto a más de un asistente que se encontraba por allí quizás por pura casualidad. Es increíble todo lo que consiguen los británicos con un bajo, una batería y voz. Desde el arranque con “Boilermaker” hasta la culminación con “Little Monster” tuvieron al público en la palma de la mano y es que son un auténtico espectáculo. Chapó.
Y sin perder un ápice de clase, intensidad y savoir faire, tomó las riendas Corey Tailor. ¿El mejor frontman de la escena actual? Yo digo, porqué no. Lo mismo da si se trata de un horror show con sus Slipknot o un show intimista repleto de honestidad como lo fue este. Transmite con una fuerza que te pone la piel de gallina en cada ocasión y eso es muy pero que muy difícil de conseguir. Se movió entre el rock, el heavy e incluso el góspel como pez en el agua, hizo alguna que otra confesión y llenó de amor a todos los asistentes en un bolo delicado, inolvidable, casi más propio de una sala pequeña que de un festival masivo, pero con la misma capacidad de llegar a los corazones de todos los presentes. Mencion especial a “Home” donde coqueteó con el góspel negro, y por supuesto a los himnos de Slipknot y Stone Sour. El señor Taylor se nos llevó en el bolsillo.
Y de una grata sorpresa a uno de los chascos de esta edición. Los Queens Of The Stone Age, uno de los grupos más esperados por el que escribe estas líneas tienen cositas que analizar después de un bolo muy irregular en el que probablemente, un Josh Homme que ha tenido que ser operado recientemente, ya andaba convaleciente. El líder de la banda dejó una imagen un tanto confusa donde la voluntad y la incapacidad reñían a lo largo de una hora larga de concierto. Es verdad que su nuevo álbum habla de la oscuridad como tema y que quizá era una decisión incorporar algo de eso a la performance pero daba la sensación de que no se habían hecho las mejores elecciones en una serie de ráfagas irregulares e intermitentes que rompían la comunión con el público sin llegar a mantener la energía más de cinco minutos seguidos. Los americanos eran una Cadillac en llamas que se calaba por momentos y que no carburaba bien. Aun así los clásicos de la banda siempre arrancan el suficiente en cualquier examen y esta ocasión no fue menos.
También agridulce fue el sabor que dejó The Offspring. Los veteranos siempre son más que cumplidores en la ejecución además de divertidos, desenfadados y expertos en animar como nadie el cotarro. Pero en este caso, de nuevo, la masificación total del Mainstage, sobre todo en la zona de salida del foso estuvo cerca, pero que muy cerca, de provocar algún accidente grave, así como sí provocó que un par de personas fuesen evacuadas. Ojalá, insisto, se ponga remedio a estas situaciones de masificación total, y no hablo solo de Hellfest si no, de todos los festivales en general. Ante tal panorama, fue una ocasión ideal para otear otros escenarios y huir de las masificaciones para ver el final del bolo de los suecos Tiamat. Un conjunto legendario, conducido por un agradecido Johan Edlund que roció a todos los presentes de una intimidad encantadora solo alcanzable cuando sabes que los fieles que allí se reúnen son incondicionales de verdad, que apuestan por tí antes que por la opción comercialoide que está arrasando y provocando ataques de pánico a tan solo unos cientos de metros. Bravo por ellos.
Y mientras en un Mainstage aún más masificado se daban cita los míticos Foo Fighters con un Dave Grohl más gutural que nunca, que hasta lanzaba aullidos desgarrados en los primeros compases de “Times Like These” o “My Hero”, como si fuese víctima de algún embrujo proveniente del escenario Temple y estuviese a punto de pintarse la cara de blanco y comer el corazón aún latente de algún animal. En la Warzone cómodamente se podía disfrutar de Cock Sparrer, auténticas leyendas vivientes de la época dorada del Punk inglés. Sé que para la mayoría de lectores será un pecado haber dejado a la mitad el directo de los americanos para disfrutar de las viejas glorias británicas pero uno ya no está para aglomeraciones masivas y mas aún cuando por el contrario, puede disfrutar de otro grupazo tan pichi a un par de cientos de metros, en otro escenario.
“One by One”, “Because You Are Young” o “England Belongs To Me” resonaron como himnos, símbolo de fraternidad y resistencia con un fulgor especial si consideramos que precisamente los allí reunidos representaban un mensaje bastante claro contra el establishment y la corriente mainstream.
Y llegados al final del susodicho y con las ganas de unos fuegos artificiales que este año lamentablemente solo fueron metafóricos, despedimos un año más a este fantástico festival, en el que las virtudes son muchísimo mayores que los defectos y al que seguiremos, por siempre, venerando edición tras edición.
Larga vida a Hellfest.
Texto: Mario Velasco
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